30 de abril de 2025
Resiliencia: aprendiendo a seguir
En las aulas, más aún en el aula hospitalaria, la resiliencia es mucho más que un objetivo educativo, es una necesidad global. Trabajamos con niños y adolescentes que enfrentan circunstancias tremendamente complejas, muchas veces dolorosas, cuyas vidas quedan paradas de repente. Por eso, (mucho) más allá de enseñar únicamente contenidos, nos proponemos intentar ayudarles a fortalecer su capacidad de adaptación y superación.
Según Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra francés que popularizó el término resiliencia, esta "es la capacidad es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para fortalecerse y salir fortalecido de ellas. Una persona resiliente comprende que es el arquitecto de su propia alegría y de su propio destino". Desde una perspectiva educativa, esto implica acompañar, sostener, dotar de herramientas, crear vínculos y, sobre todo, reconocer las fortalezas del alumnado más allá de sus circunstancias.
Henderson y Milstein (2003) plantean un modelo de seis pasos que contribuye a la construcción de resiliencia en la escuela. Los tres primeros consisten en mitigar el riesgo e incluyen el enriquecer vínculos sociales, el fijar límites claros y firmes y el enseñar habilidades para la vida. Los tres últimos pasos contribuyen a construir resiliencia a través de tres grandes condiciones: brindar afecto y apoyo, establecer y transmitir expectativas elevadas, y proveer oportunidades de participación significativa.
Como docente de Lengua y Literatura, creo firmemente que la palabra (la escrita, la dicha o la compartida) es una herramienta
fundamental para trabajar y desarrollar resiliencia. Escribir un diario, narrar lo vivido, escuchar una historia, reconocerse en un poema,
dialogar sobre una película... todo ello ayuda a procesar, otorgar
significado y volver a empezar.
Fomentar la resiliencia es acompañarles a descubrir (y probablemente descubrirlo nosotros al mismo tiempo) que, incluso
en la dificultad, pueden seguir, reconstruirse, continuar, con apoyo,
creatividad y esperanza.
Según Cyrulnik, neurólogo y psiquiatra francés que popularizó el término resiliencia, esta "es la capacidad es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para fortalecerse y salir fortalecido de ellas. Una persona resiliente comprende que es el arquitecto de su propia alegría y de su propio destino". Desde una perspectiva educativa, esto implica acompañar, sostener, dotar de herramientas, crear vínculos y, sobre todo, reconocer las fortalezas del alumnado más allá de sus circunstancias.
Henderson y Milstein (2003) plantean un modelo de seis pasos que contribuye a la construcción de resiliencia en la escuela. Los tres primeros consisten en mitigar el riesgo e incluyen el enriquecer vínculos sociales, el fijar límites claros y firmes y el enseñar habilidades para la vida. Los tres últimos pasos contribuyen a construir resiliencia a través de tres grandes condiciones: brindar afecto y apoyo, establecer y transmitir expectativas elevadas, y proveer oportunidades de participación significativa.
fundamental para trabajar y desarrollar resiliencia. Escribir un diario, narrar lo vivido, escuchar una historia, reconocerse en un poema,
dialogar sobre una película... todo ello ayuda a procesar, otorgar
significado y volver a empezar.
Fomentar la resiliencia es acompañarles a descubrir (y probablemente descubrirlo nosotros al mismo tiempo) que, incluso
en la dificultad, pueden seguir, reconstruirse, continuar, con apoyo,
creatividad y esperanza.
25 de abril de 2025
Educar con ternura: la pedagogía hospitalaria como motor de humanización
En los pasillos de un hospital infantil, el silencio no siempre es señal de paz. A veces es miedo, a veces es cansancio. Y ahí, en medio de ese espacio donde la enfermedad parece marcar el ritmo, aparece la Unidad Pedagógica Hospitalaria: un aula que no solo enseña, sino que escucha, cuida y acompaña.
La UPH no es una extensión fría del sistema educativo. Es un puente entre la vida cotidiana y la realidad hospitalaria. A través de cada libro, cada dibujo, cada conversación, intentamos tejer un hilo de normalidad en un contexto del todo anormal. Porque seguir aprendiendo, incluso en medio del dolor, es una forma poderosa de resistencia.La humanización hospitalaria no se logra solo con colores en las paredes o salitas de juguetes. Se logra cuando se reconoce al niño, niña o adolescente como persona íntegra, con derecho a seguir creciendo, soñando y participando. Y ahí es donde la figura del docente hospitalario se convierte en un faro de presencia y sensibilidad.
Las Unidades Pedagógicas Hospitalarias son una prueba viva de que la escuela no se detiene ante la enfermedad. De que educar es, también, humanizar el cuidado.
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