Este pasado martes, día 25 de noviembre, se ha celebrado el Día Internacional para la Erradicación de la violencia de género. Y, por supuesto, en tutoría vamos a hablar de ello. Es un tema que, desgraciadamente, conocemos. Cada día aparecen en las noticias nuevas víctimas. Sin embargo, lo que quizás no sepáis es que las cifras de maltrato entre adolescentes no han parado de aumentar en los últimos años.
Y es precisamente en ese aspecto en el que nos centraremos en la sesión de tutoría de hoy. Quiero escuchar vuestra opinión sobre este tema, comprobar de primera mano cómo os sentís respecto a ello. Puede que tengáis, incluso, algún ejemplo o experiencia que comentar. Es vuestro turno de tomar la palabra. Para estar bien situados, primero leeremos un artículo y veremos un breve documental.
A partir de este artículo de opinión publicado en el diario El Mundo a finales de octubre, debatiremos:
Muchas veces me preguntan cuál es el perfil de las mujeres maltratadas, si es que existe alguno. Porque en algunos ámbitos parece pervivir la idea de que es algo de mujeres que ya tienen una edad, de mujeres que se han criado en otra época y que responden a otros patrones que nos quedan ya lejos. Pero nada de eso, por desgracia. No hay tramo de edad, ni clase social, ni nivel económico cultural que se libre de esta epidemia. Y la realidad así nos lo muestra cada día.
Leíamos en todos los periódicos, hace apenas unos días, acerca de la brutal agresión de la que una adolescente había sido víctima, presuntamente, a manos de quien fue su pareja, también menor de edad. Y hechos como estos son los que nos deben hacer reflexionar, y mucho.
Me apuntan desde la Fiscalía de Menores que éste es un problema cualitativamente preocupante, pero no tanto en términos cuantitativos. Y que los casos denunciados de violencia de género cuyos autores son menores no superan la decena. Y éste es, la verdad, un dato que invita al optimismo. Pero no hay que echar las campanas al vuelo. Ni muchísimo menos.
En primer término, porque, como he dicho y recalco, estos datos se refieren a agresiones denunciadas, y quedan fuera de la estadística todas aquéllas menores que no han dado el paso de pasar por un juzgado ni una comisaría, algunas porque ni siquiera son conscientes de que están viviendo una situación de violencia de género. Y ése es gran parte del problema: que confunden el amor romántico con la posesión.
Tal vez sea por eso que sucedan estas cosas que parecen inexplicables. Porque inexplicable parece que jóvenes nacidas en esta época repitan los patrones de sus abuelas, educadas en un ambiente de represión y desigualdad. Pero, si lo pensamos bien, el entorno en el que se han desarrollado no es tan diferente. Porque estas adolescentes de hoy, que viven en una sociedad teóricamente igualitaria, han crecido viendo películas de Disney, donde las protagonistas -princesas para más señas- parecen no tener más ambición ni objetivo en su vida que encontrar al príncipe azul. Y se divierten “perreando” –odiosa palabra- con canciones donde el intérprete se empeña en repetir a voz en grito cosas como “eres mía, mía, mía”. Y leen libros donde las chicas levitan a varios metros sobre el cielo por haber encontrado el amor, o entregan su vida entera a un vampiro descolorido que pugna por sus favores con un hombre lobo. Y observan cada día, desde sus pantallas varias, una publicidad donde las mujeres se dedican a las tareas del hogar mientras los hombres conducen coches estupendos y beben cerveza emocionados ante un partico de fútbol, donde una mujer viene del futuro para explicarles que ha encontrado la lejía que acabará con sus problemas, u otra se muestra entusiasmada porque determinado detergente lava más blanco o deja más brillantes los baldosines del baño. Y así no hay quien eduque en igualdad, por más que lo pretenda. Porque se eternizan los clichés: las niñas de rosa, los niños de azul. Como siempre ha sido.
Y es que muchas de estas criaturas no son conscientes del machismo que subyace en sus relaciones con el otro sexo. Y llegan a creer que si su novio les prohíbe llevar minifalda o escotes, o espía sus conversaciones de whatsapp o de Facebook es porque las quiere como nadie y no porque se comporta como si fuera su dueño. Y que cuando les pide que dejen a sus amigos no es porque las quiera mucho sino para aislarla. Y, cuando se quieren dar cuenta, es difícil dar marcha atrás. Entonces es cuando surgen episodios tan terribles.
Como he dicho, no hay edad para la violencia de género. Y los jóvenes no sólo no son una excepción sino que son lo más preocupante, porque con toda la información que manejan, deberían ser ajenos a este problema. Y no es así. Porque son muchos, demasiados, los casos en que las agredidas son menores, o muy jóvenes, y sus agresores ya son mayores de edad. Y porque, en cualquier caso, cada adolescente agredida es un fracaso de nuestro sociedad, que no ha sabido transmitir el peligro de todos estos comportamientos.
Pero hay que continuar concienciando día a día.. Todos somos responsables. Ojala esos datos que invitaban al optimismo respondan a un cambio de mentalidad y no escondan una cifra oculta. Ojala nunca más tuviéramos que hacernos eco de un hecho como el que vivimos hace apenas unos días.
SUSANA GISBERT GRIFO (Fiscal)
A partir de este artículo de opinión publicado en el diario El Mundo a finales de octubre, debatiremos:
Muchas veces me preguntan cuál es el perfil de las mujeres maltratadas, si es que existe alguno. Porque en algunos ámbitos parece pervivir la idea de que es algo de mujeres que ya tienen una edad, de mujeres que se han criado en otra época y que responden a otros patrones que nos quedan ya lejos. Pero nada de eso, por desgracia. No hay tramo de edad, ni clase social, ni nivel económico cultural que se libre de esta epidemia. Y la realidad así nos lo muestra cada día.
Leíamos en todos los periódicos, hace apenas unos días, acerca de la brutal agresión de la que una adolescente había sido víctima, presuntamente, a manos de quien fue su pareja, también menor de edad. Y hechos como estos son los que nos deben hacer reflexionar, y mucho.
Me apuntan desde la Fiscalía de Menores que éste es un problema cualitativamente preocupante, pero no tanto en términos cuantitativos. Y que los casos denunciados de violencia de género cuyos autores son menores no superan la decena. Y éste es, la verdad, un dato que invita al optimismo. Pero no hay que echar las campanas al vuelo. Ni muchísimo menos.
En primer término, porque, como he dicho y recalco, estos datos se refieren a agresiones denunciadas, y quedan fuera de la estadística todas aquéllas menores que no han dado el paso de pasar por un juzgado ni una comisaría, algunas porque ni siquiera son conscientes de que están viviendo una situación de violencia de género. Y ése es gran parte del problema: que confunden el amor romántico con la posesión.
Tal vez sea por eso que sucedan estas cosas que parecen inexplicables. Porque inexplicable parece que jóvenes nacidas en esta época repitan los patrones de sus abuelas, educadas en un ambiente de represión y desigualdad. Pero, si lo pensamos bien, el entorno en el que se han desarrollado no es tan diferente. Porque estas adolescentes de hoy, que viven en una sociedad teóricamente igualitaria, han crecido viendo películas de Disney, donde las protagonistas -princesas para más señas- parecen no tener más ambición ni objetivo en su vida que encontrar al príncipe azul. Y se divierten “perreando” –odiosa palabra- con canciones donde el intérprete se empeña en repetir a voz en grito cosas como “eres mía, mía, mía”. Y leen libros donde las chicas levitan a varios metros sobre el cielo por haber encontrado el amor, o entregan su vida entera a un vampiro descolorido que pugna por sus favores con un hombre lobo. Y observan cada día, desde sus pantallas varias, una publicidad donde las mujeres se dedican a las tareas del hogar mientras los hombres conducen coches estupendos y beben cerveza emocionados ante un partico de fútbol, donde una mujer viene del futuro para explicarles que ha encontrado la lejía que acabará con sus problemas, u otra se muestra entusiasmada porque determinado detergente lava más blanco o deja más brillantes los baldosines del baño. Y así no hay quien eduque en igualdad, por más que lo pretenda. Porque se eternizan los clichés: las niñas de rosa, los niños de azul. Como siempre ha sido.
Y es que muchas de estas criaturas no son conscientes del machismo que subyace en sus relaciones con el otro sexo. Y llegan a creer que si su novio les prohíbe llevar minifalda o escotes, o espía sus conversaciones de whatsapp o de Facebook es porque las quiere como nadie y no porque se comporta como si fuera su dueño. Y que cuando les pide que dejen a sus amigos no es porque las quiera mucho sino para aislarla. Y, cuando se quieren dar cuenta, es difícil dar marcha atrás. Entonces es cuando surgen episodios tan terribles.
Como he dicho, no hay edad para la violencia de género. Y los jóvenes no sólo no son una excepción sino que son lo más preocupante, porque con toda la información que manejan, deberían ser ajenos a este problema. Y no es así. Porque son muchos, demasiados, los casos en que las agredidas son menores, o muy jóvenes, y sus agresores ya son mayores de edad. Y porque, en cualquier caso, cada adolescente agredida es un fracaso de nuestro sociedad, que no ha sabido transmitir el peligro de todos estos comportamientos.
Pero hay que continuar concienciando día a día.. Todos somos responsables. Ojala esos datos que invitaban al optimismo respondan a un cambio de mentalidad y no escondan una cifra oculta. Ojala nunca más tuviéramos que hacernos eco de un hecho como el que vivimos hace apenas unos días.
SUSANA GISBERT GRIFO (Fiscal)
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Como información complementaria os dejo:
- Libres: la aplicación creada por el Ministerio de Sanidad e Igualdad y dirigida a mujeres que sufren violencia de género y a cualquier persona que detecte en su entorno una posible situación de maltrato. Con textos, videos, audios y testimonios reales.
- Página web 'En la red tampoco me controles' que ofrece una línea de ayuda para casos de violencia de género o sexismo. Tiene interesantes secciones como mitos, señales de alarma, prevenir...
- Fundación ANAR para adolescentes y niños en riesgo
- Página web 'En la red tampoco me controles' que ofrece una línea de ayuda para casos de violencia de género o sexismo. Tiene interesantes secciones como mitos, señales de alarma, prevenir...
- Fundación ANAR para adolescentes y niños en riesgo
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